Entrevista a Ramon Madaula. Revista Acelobert

Ramon Madaula: “Un complot masculino, de estos tan miserables que hacemos los hombres, para seguir y no perder el podio”

Por: Antonia Utrera.

Ramon Madaula y Canadell (Sabadell, 12 de noviembre del 1962) es autor y actor de teatro, cine y televisión. Empezó haciendo teatro aficionado en Sabadell. Después estudió en el Instituto del Teatro de Barcelona y se tituló en interpretación en 1984. Ha trabajado con directores como Joan Lluís Bozzo, Ariel García Valdés, Josep Maria Flotats, Lluís Pasqual i Mario Gas. En la televisión lo hemos visto en las series «Ventdelplà», «Crímenes», «Cuéntame cómo pasó», etc. Y en cine, ha aparecido en películas de los directores Jordi Cadena, Ventura Pons, Francesc Bellmunt, Vicente Aranda, Carles Mira, entre otros.

A lo largo de su carrera ha sido premiado varias veces: Premio Ciudad de Barcelona de Artes Escénicas 2007 por El Libertino. Premio «Sabadellense 2007». Premio Butaca 2004 al mejor actor por Calígula. Premio de l’Asociación de Actores Profesionales como mejor actor de cine por La telaraña en 1991 y como mejor actor secundario en teatro por El viaje (1990).

No ha parado de trabajar, sobre todo de hacer teatro. Y más que teatro, lo que a él más le gusta es escribir, inventar historias próximas que consigan emocionar. En la vida real le gusta desenmascarar, dejar en estado puro aquello que es y, asume con gusto el coste de hacerlo. Nos encontramos en el Teatro Borràs para hablar de su última obra en cartel, «Los Brugarol». Cuando llegamos él ya está allí, no quiere hacernos esperar.

Entrevista a Ramon Madaula. Revista Acelobert Barcelona

De nuevo en Barcelona con «Los Brugarol».

Sí, hace dos años que lo estamos haciendo. Se tenía que estrenar en Gerona el 20 de marzo de 2020. Y una semana antes nos dicen «todos pa casa». Se retrasó seis meses. Finalmente, la estrenamos en septiembre 2020, y hasta ahora no hemos parado. Hemos hecho ochenta ciudades en toda Cataluña. El año pasado estuvimos dos meses en el Teatro Poliorama. Tuvimos mucho éxito, no nos lo esperábamos. Era un espectáculo de pequeño formato, íbamos con pocas expectativas, para hacer giras por todo Cataluña. Y ahora de nuevo, en el Teatro Borrás.

Comedia con humor ácido.

La ironía, más que el humor. La ironía costumbrista propia a mí es lo que más me gusta. Es como la que hacen los ingleses o estas comedias francesas, que se ríen un poco de ellos mismos. A mí me gusta mucha habla de la «catalanor», de nuestros tics. El señor Brugarol es un señor catalán arquetípico. Es reírse un poco de nosotros mismos, pero no con un humor fácil, sino con ironía. A veces prefiero que sonrían que no que rían, que lo que están viendo les resuene con todo lo que está pasando.

¿Y como es el burgués catalán arquetípico?

En Cataluña no puedes catalogar porque hay mucho espécimen, pero si vamos a esta «catalanor», que tiene muchas virtudes, pero también muchos defectos… yo soy de Sabadell, un lugar históricamente de burguesía, fabricantes textiles, muy importantes. A esta gente yo los conozco muy bien. No son ostentosos, nunca dirías que son ricos, y están «forrados». Yo los he visto por la calle, porque soy de Sabadell centro, mis padres eran muy humildes, pero estos fabricantes, todos los conocíamos y sabíamos quienes eran. Gente muy rica, pero no lo verás nunca, a diferencia del empresario de Madrid que le gusta ostentar, ir con un Porsche, muy vestido, bronceado. El empresario catalán es muy rico, una gran fortuna, pero nada ostentoso, nunca verás que es rico, siempre va vestido muy modesto, tiene una casa sencilla, no lo verás nunca un gran coche, tiene su chalé pero no sabes nunca donde está, va a misa, es muy creyente y tienen bonhomia, una cosa casi como de cura, de mosén, entonces pueden ser gente muy autoritaria, pero el aspecto es de buena gente, de austeridad.

La burguesía de Sabadell…

Sabadell, siendo una ciudad muy modesta, de aquí ha salido el banco de Sabadell, el cuarto banco de España, poca broma. A diferencia de los Botín del Banco de Santander, el señor Oliu lo ves por la calle y no dirías nunca que es el director del Banco de Sabadell. Esto es el «Señor Brugarol», gente que quiere aparentar que son cordiales, dialogantes, apacibles, que tienen esta cosa católica, pero que después van mucho a la suya, este es el perfil de la burguesía catalana. El Millet del Palau de la Música, buena gente, pero después hemos visto lo que pasaba por detrás. No son mejores que los otros, pero ellos se lo creen que son buena gente y mejores.

“Esta burguesía catalana, fabricantes de toda la vida, que fueron franquistas, después fueron de Convergència i Unió. Ahora muchos son independentistas”

Un buen retrato.

Se detecta mucho esta burguesía de provincia. Después está la otra, la burguesía del Club de Polo, la de Pedralbes, pero no, yo estoy hablando de esta otra burguesía catalana, fabricantes de toda la vida, que fueron franquistas, después fueron de Convergencia y Unión. Ahora muchos son independentistas. No los estoy criticando, es un espécimen muy claro, muy concreto.

¿Cuál es la historia de Los Brugarol?

Es una familia de la burguesía catalana, un apellido conocido dentro del mundo empresarial en Cataluña, que tienen una solera, un linaje, una alcurnia. De golpe la hija le dice que se quiere poner el apellido de la madre. En este país por suerte cuando eres mayor de edad puedes cambiarte el apellido y ponerte el de la madre de primero. Y a este padre, Antonio Brugarol, le salen todos los tics «carcas» y conservadores e intenta por todos los medios que la hija se siga llamando Brugarol y no se ponga el apellido de la madre, haciendo todo tipo de chantajes, sobre todo utilizando al yerno, el marido de la hija.

Esto te pasó en la vida real.

Sí, yo tengo tres hijas y una de ellas hace dos o tres años me dijo que se quería poner el apellido de la madre como acto feminista. Yo me hice el «progresista», y le dije que sí, que tenía que hacerlo, pero por dentro me supo muy mal que mi hija ya no se dijese Madaula de primer apellido. Es este patriarcado que tenemos. Por mucho que tú entiendas que es lo lógico, que la gente se llame como la madre que son las que los han parido. A mí me supo muy mal que ya no se dijera Madaula de primero. Y este malestar lo transformé en una comedia y me inventé esta historia de Los Brugarol.

Cuesta…

Hay muchas parejas jóvenes cuyos hijos todavía se llaman como el padre. Todavía los hombres llevamos mal todo esto, por muy feministas y de izquierdas que seamos. Un hecho empírico es que los hijos de Pablo Iglesias se llaman Iglesias los tres, no se llaman Montero. Si Pablo Iglesias no les pone a los hijos el apellido «Montero», que es el apellido de la madre, no vamos bien. Es una cosa que tenemos mal gestionada todavía los tíos, por más feministas que seamos, aquí hay una contradicción.

Entrevista a Ramon Madaula. Revista Acelobert Barcelona

Y el personaje de la hija, está embarazada…

Sí, hay una segunda historia y es que la hija está embarazada y al marido evidentemente le pasa lo mismo que al padre, que tampoco quiere que su hijo tenga como primer apellido el de la madre. Entonces estos dos se alían, hay un complot masculino, de estos tan miserables que hacemos los hombres, para seguir y no perder el podio.

“Sería el cambio real de paradigma, que los hijos se empezaran a llamar de primer apellido como las madres”

Estamos hablando de cambios profundos.

Creo que sería el cambio real de paradigma, que los hijos se empezaran a llamar prioritariamente como las madres. Y aun que aquí se conserva el apellido de la madre, en los Estados Unidos no es que los hijos no se llamen como la madre, es que la mujer se llama como el marido!. En Francia, en Alemania, pasa lo mismo, todavía es mucho peor que aquí. Aquí conservamos el apellido de la madre de segundo. Pero allá el de ellas se pierde. Es un tema que se habla poco y sería clave para cambiar realmente el mundo, porque claro, en igualdad de condiciones, quienes se merecen más ser el primer apellido? Pues la madre que es la que lo ha parido, ¿no? que es quien ha tenido el parto, ha estado nueve meses embarazada, ha tenido que dejar de trabajar, que quizás haya perdido el trabajo, que se ha jugado la salud…  Si se tiene que poner un solo apellido, tendría que ser el de la madre. Esto tendría que ser lo lógico. Pero estamos a años luz.

Todavía falta.

Yo no lo veré, vosotros tampoco lo veréis. Y quizás de aquí a tres o cuatro generaciones se empezará a ver, pero en España que estamos muy avanzados en esto, está costando mucho, imagina entonces en los países poderosos. Ha sido revolucionario el «Me Too», pero de esto ni se ha hablado.

Una gran incoherencia.

Si, lo que es difícil es ser coherente, porque yo que tengo mujer y tres hijas, que he vivido con cuatro mujeres, a mí ellas me han puesto en mi sitio. Yo era machista porque lo había heredado, veía como mi madre le preparaba la ropa a mi padre, le cocinaba. Mi madre era la ama de casa. Pero enseguida me emparejé y enseguida me pusieron en mi sitio y no he tenido muchos tics machistas. Pero esto del apellido… me hirió que mi hija no se dijera como yo. Me considero feminista, pero me cuesta ser coherente con esto.

Y todo esto, llevado al teatro con humor.

Si, últimamente en el teatro estamos muy intensos, dramáticos, trascendente., Y yo me digo, ¿qué nos está pasando en el teatro? Antes no era así. Las nuevas generaciones hacen mucho de denuncia, de protesta, no sé, parece que quieran cambiar el mundo. Y con el teatro no cambiaremos nunca el mundo. El mundo se cambia con las leyes, con la política. Desde un escenario no cambiarás nunca el mundo. En el teatro tenemos que hacer cosas próximas, que nos interpelen, cosas nuestras, de aquí. Esta obra es muy localista, muy de aquí, una familia que todo el mundo la identifica. Interpelar al espectador con cosas que las reconozca.

“El teatro que yo intento hacer es así, de proximidad, km0”

Teatro de proximidad.

El teatro que yo intento hacer es así, de proximidad, km 0.

Esta es la quinta obra que has escrito y llevado al teatro.

Empecé a escribir con cincuenta años. Este año haré sesenta, hace ya diez años. Siempre tenía ganas de escribir teatro. Uno de las ventajas de mi trabajo es que te deja bastante tiempo libre. Con cincuenta años vi que tenía más tiempo y empecé a escribir, pero como aquel que hace sudokus, para entretenerme. Y salió una obra, después otra. Me fui animando y ahora es ya la quinta que he estrenado.

¿Dirigir?

He dirigido alguna vez pero por una cuestión de presupuesto, porque contratar a un director era muy caro. Pero a mí no me gusta dirigir. En esta obra dirige Mònica Bofill, que es la segunda vez que trabajo con ella y nos entendemos muy bien. Y me va bien porque es una mirada objetiva, desde fuera. Si yo la escribo y además actúas, y además diriges, pierdes el mundo de vista. Hay gente que lo hace; yo no, yo necesito que haya alguien que me dé el feedback.

Escribir teatro es lo que más te gusta.

Si, escribir es lo que más me gusta del mundo y ser actor también me gusta mucho. Pero me gusta mucho escribir, me siento muy libre, no dependes de nadie, estás solo en casa ante el ordenador, tienes libertad absoluta, soy muy feliz escribiendo, mucho. Si puedo me gustaría no dejar de hacerlo nunca.

También te gusta pintar, esculpir… ¿Quizás es tu plan B?

Si, siempre digo que un actor, una actriz, tiene que tener un plan B. Si solo pones los huevos en esta cesta de actor o actriz serás bastante infeliz, porque dependes de los otros, por ti mismo no puedes hacer nada. Si no te llaman, no puedes hacer de actriz. Entonces cuesta mucho llenar este vacío. Tú tienes esta vocación, y siempre estás un poco vendiéndote para conseguir que te contraten, porque tú no puedes llenar el vacío por ti misma. Y esto es un poco triste, es una profesión que dependes mucho de la suerte, de gustar, del físico, más que del talento, es una profesión que aboca mucho a la frustración. Por eso siempre digo, un plan B que al menos te consuele, una carrera, o algo que también te guste. Yo siempre he estado pintando, esculpiendo, ahora escribo, y cuando de actor no te va demasiado bien, siempre tienes esto otro que te consuela. En casa tengo un estudio, siempre estoy haciendo cosas, como aficionado, solo lo ve mi familia. Lo que yo pinto o esculpo está en casa, llena de cuadros y esculturas mías, pero no me atrevo a enseñarlo.

Entrevista a Ramon Madaula. Revista Acelobert Barcelona

 

Algún día…

No, no creo, porque entonces lo sufriría. Como lo hago para mí, que no lo tengo que vender, no tengo que gustar a nadie, entonces lo disfruto. Como no lo tengo que enseñar a nadie lo preservo puro, lo disfruto mucho más. El juicio externo siempre es una mierda. Y ahora con las redes sociales todavía más. Yo no tengo redes sociales. Gustar, que te compren, que la gente se fije en tí…! Hacer cosas que son las que tú sientes realmente cuesta mucho. En mi faceta de artista, como que no las vendo ni las enseño, no necesito hacerlo, puedo ser puro y hacer absolutamente lo que yo siento. Y se ha acabado.

Tu vocación de actor no te viene de familia. Veías venir las compañías de teatro al pueblo y esto te gustaba.

Si, a Sabadell venían las compañías de teatro de Madrid, de Barcelona… pasaban por allí, y yo las iba a ver. Me fascinaba. Yo quería ser esto, pero no lo había probado nunca, entonces hice las pruebas en el Instituto del Teatro, me cogieron y seguí. Si no me hubieran cogido, me habría dedicado a otra cosa.

¿A que te habrías dedicado?

Fíjate!, yo estudiaba formación profesional de mecánico, me gustaba mucho el mundo del motor, y me sigue gustando. Y curiosamente también el teatro. Son cosas muy diferentes. Seguramente hubiera tirado más por un oficio, que por una carrera.

De momento estás yendo a los pueblos, como tú querías.

Es lo que estamos haciendo con las últimas obras. Y sí, es lo que más me gusta, ir a los pueblos pequeños, a los teatros pequeños, cuanto más pequeños, más me gusta, entonces todo tiene sentido. Me encanta llegar a un pueblo, llegar allá y hacer la función.

El señor Madaula, tal cual; sin aditivos.

Antonia Utrera