Entrevista a Angels Gonyalons. Revista Acelobert

Àngels Gonyalons: «Defiendo la bondad, para ser bueno, has de ser inteligente”

Por: Antonia Utrera.-

Àngels Gonyalons (Barcelona, 12 de noviembre de 1963) es actriz y cantante. Ha trabajado en teatro y televisión. Su papel más conocido es posiblemente el de «Blanca» en el musical de Dagoll Dagom “Mar y Cielo” de 1988, por el cual ganó el premio de la Asociación de Actores y Directores de Cataluña a la mejor actriz protagonista del año. El 1994 fundó su propia escuela de teatro musical Memory.
Con diecisiete años empezó en el mundo del teatro. Y a pesar de que sus padres, profesores de escuela, él de filosofía y ella de filología catalana e historia del arte, no querían, la Àngels nunca dejó de hacer lo que ella quería hacer. Hablamos de su trayectoria no solo profesional, sino también personal. Y de la obra en cartel en la Sala Villarroel donde acaban de estrenar «Una terapia integral», una comedia dirigida por Marc Angelet y Cristina Clemente. Sus compañeros de reparto, Abel Folk, Roger Coma y Andrea Ros. Podemos ir a verla hasta el 26 de junio.

¿Cuál es la historia de «Una Terapia Integral»?
Es una comedia, por lo tanto pretende divertir y hacerlo pasar bien, y es un espejo para muchas personas que necesitamos creer en algo, tan desesperados y tan solos, que estamos dispuestos a creernos muchas cosas, porque parece que aquello que creemos coincide con aquello que buscamos. Y ver que todos tenemos los mismos miedos, dudas e inseguridades. Saberte reír de tí mismo es para mí la mejor terapia.

La sinopsis de la obra dice que «Para hacer un buen pan no hace falta tener la mejor harina y la levadura más fresca…
… Hay que estar bien con un mismo», en general en la vida. Que las cosas funcionen o tú las valores, a veces no depende solo de tí, pero si tú estás bien contigo mismo, a lo mejor las puedes relativizar más o menos, las puedes gestionar mejor. A veces la vida te mete unos elementos que dices, «de verdad, que estoy bien conmigo misma, pero me estás dando la vida, déjame en paz ya». Siempre hay elementos de estos.

Y más ahora, con la situación que tenemos.
Yo creo que el mundo ha cambiado mucho en los últimos treinta años. En el año 95 no teníamos móviles ni ordenadores. Esto ha sido una revolución tecnológica. El hecho de tener internet ha sido una puerta al mundo, han entrado cosas muy buenas, pero también se han colado otras.

Y si a eso le añadimos la pandemia...
Yo no lo llevé mal, nos quedamos en casa mi hija y yo, y lo llevamos bien. Justo al final del confinamiento ella entró en la adolescencia, aún gracias que ya era al final. Bien, yo fui madre ya mayor, y ella es una niña absolutamente dialogante, madura.

¿Fuiste madre ya mayor?
Sí, y esta vino de manera natural, pero perdí tres. Me pasé cuatro años embarazada. Un día leí un artículo sobre el luto gestacional y me cogió una llanto… estaba justificado mi dolor y mi frustración por la pérdida. Esto es muy doloroso, muy triste,  me hizo mucho mal porque yo habia proyectado, y además seguidos. Cada vez no sabía si sería la última, porque ya estaba mayor. Y finalmente tuve a mi hija, un amor loco…

No se habla de estos temas…
No tenemos suficiente información. Creo que se tiene que hablar mucho en las escuelas. Una cosa es hablar del sexo reproductivo, pero del placer sexual también se tiene que hablar, porque es sano, bien entendido y se tiene que hablar del placer sexual del hombre y de la mujer. Y también de lo andropausia y la menopausia. Porque hemos alargado tanto la esperanza de vida que nos tocará vivirlo juntos. Esta crisis que nos sucede, el hombre que llega a los cincuenta, la bajada de estrógenos de las mujeres, todo esto lo tenemos que saber de jóvenes, estar informados, saber que nos espera, para poder gestionarlo bien y gestionarlo juntos, somos un equipo.

Entrevista a Angels Gonyalons. Revista Acelobert

Aquí la mejor terapia pueden ser los amigos.

Para mí es lo más terapéutico que hay, tener buenas amistades. Que te quieran con tus defectos, que te los toleren. Esto no quiere decir que sea fácil, pero no hay nadie perfecto. Entonces es: «esta que quiero tanto, ahora tiene este momento». Quererte con los defectos, aceptarte y ayudarte. Y ser conciliadores.

Cada día, una nueva oportunidad.
Sí, el denominador común de mis amigos, y yo me incluyo, es la voluntad de ser mejores. Esto no quiere decir que me salga, porque yo tengo miserias y defectos como todo el mundo. A veces me vence la tentación de ser de una manera que sé que no corresponde. Pero me preocupa y a mis amigos también les preocupa ser mejores. Y esto ya es muy importante. Hay gente que no le preocupa nada, y va «a saco». Muchas veces nos justificamos a nosotros mismos y nos licitamos para tener ciertas actitudes y todo lo justificamos. Y después tenemos discursos fantásticos, yo la primera, que nos los creemos, y nos creemos que somos el discurso que tenemos. Finalmente, «no soy lo que digo o lo que pienso, soy lo que hago». Todas estas voluntades realmente empiezan en las distancias cortas, a mí no me sirve una señora que se va al 8M y tiene un discurso mega feminista y a la compañera del lado le está haciendo un bullying. Tenemos grandes discursos y al del lado no lo tratamos bien. Y no es que yo me salga, para mí cada día es una oportunidad de hacerlo mejor. Por eso defiendo mucho que la bondad que históricamente, sobre todo en este país, se asocia ser bueno a ser tonto, yo creo que para ser bueno, se tiene que ser inteligente, se tiene que ser muy resistente, esforzado y valiente. Porque lo fácil es ser malo, no? Te tienes que esforzar y mirarte al espejo y asumir responsabilidades.

Y porque hacer el mal no te dará felicidad, no es inteligente hacer cosas que te llevan al sufrimiento.
Así es.

Tus padres eran maestros los dos.
Si mi padre era profesor de filosofía y mi madre de historia del arte y filología catalana.

¿Que es lo más importante que te han enseñado?
Que me preocupe de ser mejor persona  cada día, porque mi padre ya no está, pero mi madre con la edad que tiene, hoy en día todavía le preocupa ser mejor persona. Y esto me conmueve. Ella cada día se examina e intenta ser mejor aún. Lucha por eso y la admiro. Mi padre también. Yo creo que por eso se encontraron los dos.

Tu padre también os enseñó a tener criterio propio.
Sí, y esto es lo que intento con mi hija. No imponer a quién tiene que querer y a quien no tiene que querer. De que genero tiene que ser la persona que quiera. Yo le digo a mi hija: » con tu integridad, hija, muchas veces te sentirás sola, con la poca frivolidad y tu madurez, te sentirás sola, te tendrás que hacer fuerte para estar sola». Mi hija tiene una virtud que yo no he tenido nunca, que es la capacidad de ser admirada y a la vez no envidiada. Hay personas que son así, son personas discretas, no «roban plano», y tienen una buena autoestima. Esto es lo más importante que yo he podido enseñar a mi hija, creo que he sabido construir una persona con una muy buena autoestima.

Creaste la primera escuela de teatro especializada en musicales en España el 1994.
Si, yo no tuve un aprendizaje académico, y por eso creé la Escuela Memory hace veintiocho años, con la vocación de que en el mismo centro y bajo el mismo techo, la gente pueda aprender todas las disciplinas que configuren un actor completo. No se trata de un actor musical, sino de un actor que también sabe cantar y bailar. De aquí ha salido la Vicky Luengo, la Anna Castillo, Elena Tarrats, Iñaki Mur, Enric Cambray, Júlia Bonjoch, Ferran González, Marta Ribera, Mariona Castillo…

¿Que sientes cuando los ves actuar?
Es de las cosas que más me conmueve, ver a uno de mis alumnos pisar el escenario. El talento lo llevan ellos. Nosotros les ayudamos a sacarlo.

Tú te formaste con meritoriaje.
Si, fui de las últimas que lo hicieron. Entré a la compañía de Paco Morán. Tuve la inmensa fortuna de trabajar y compartir escenario con la Señora Irene Gutiérrez Caba. Yo tenía veinte años. Con veintidós años ya hice «La Tienda de los Horrores», Y a los veinticuatro estrené la Blanca de «Mar y Cielo», que fue el primer gran musical catalán.

Tus ídolos de pequeña, el Fred Astaire y la Ginger Rogers.
Me cautivaron, sobre todo el Fred Astaire, cuando lo veía bailar me volvía loca, me encantaba.

Naciste en el barrio del Eixample; la Escuela Lestonnac, El Sagrado Corazón, el Mercado de la Concepción…
Sí, este es mi barrio, y la Escuela Memory la tenemos también aquí, en la calle València con Bruc. Me gusta mucho comprar en el mercado, me gusta mucha comer bien y me gusta cocinar. Mi madre es una gran cocinera, tiene misterio.
Y ¿que te parece la Acelobert, una revista de proximidad, que pone en valor la vida y el comercio de barrio?
Yo creo que las revistas como la vuestra es lo que ayuda a mantener un equilibrio para que la balanza no acabe decantándose hacia aquel tipo de globalización general que hay, que hace que perdamos identidad y que acaba con los más débiles. Tenemos que ser muy conscientes de estas pequeñas empresas, es un trabajo que se ve muy poco, que es de hormiguita, y si no lo vemos y no lo luchamos nosotros mismos, no lo vendrán a luchar por nosotros. Por eso yo valoro mucho estos trabajos. Los grandes discursos están muy bien, pero la política, la empatía, el feminismo, la conciencia social empieza en las distancias cortas, en los compañeros de trabajo…
¿Proyectos?
Hay dos proyectos, todavía no están firmados, pero si, ya veremos… Yo estimo mi trabajo, me ha dado muchas alegrías, también muchos disgustos, pero me lo estimo. También entiendo que el mundo es más grande que mi trabajo, hay mucho mundo fuera de esta sala. Y mucha gente, y muchas profesiones. La cosa endogámica es un poquito tóxica.
¿Tus hobbies?
Me gusta mucho el mar. Y leer, me apasiona leer, es la mejor droga de evasión, y con los mejores efectos secundarios. Esto se tendría que decir a los jóvenes: “si lees estarás drogado y bien, esta es la droga buena”. Me gusta dibujar, podar árboles, rascar muebles, puedo pasarme horas, es mi meditación.

Antonia Utrera