Entrevista a Míriam Alamany

“Me encanta descolocar al público, jugar a lo imprevisible “

Míriam Alamany me espera en el acogedor teatro de la Biblioteca de Cataluña, donde la Perla29 presenta “Eso ya lo he vivido”, de J.B. Priestley y dirigida por Sergio Belbel. Miriam completa un fabuloso reparto con Silvia Bel, Jordi Banacolocha, Roc Esquius, Carles Martinez y Lluís Soler. Nos ubicamos arriba del escenario, ante una sala íntima que últimamente se llena con el público que allí asiste. Para romper el hielo, le digo que en muchos lugares surge su apellido con “e”. Me dice que lo sabe, que es una lucha constante y que alguna vez, de tanto decir que se llama “Míriam Alamany con a”, alguno ha pensado que el “Totambà” era, de hecho, su segundo apellido. Nos reimos. Tenemos tiempor por delante. El tiempo, que gran misterio.

La obra se llama “Eso ya lo he vivido”. Qué es lo que viven los espectadores que la vienen a ver?

Esta obra forma parte de una trilogía de Priestley. Sucede en el 37, y por tanto es de entreguerra. Priestley es una persona obsesionada y apasionada por el tema del tiempo. Va a hacer “Time and the Conways”, “Dangerous Corner”, y “I have been here before”, que, podría ser la menos conocida pero la que mejor resume la tesis de su obra. Basicamente, el tema es el “Déja Vu”, y la historia pasa en un idílico hospital en el norte de Inglaterra, donde aparece el doctor Görtler, un físico alemán exiliado que evita los desastres personales del resto de los personajes con sus teorías sobre los ciclos de la vida. Yo hago de una viuda que pensa que el tiempo es una cosa lineal y que no se puede volver jamás hacia atrás. Es una obra luminosa, esperanzadora, cinematográfica y hitchcockiana. Y es, finalmente, teatro dentro del teatro, como si este escenario fuese un pequeño yacimiento arquelógico donde fueron pasando cosas y donde se fueron haciendo capas.

De hecho, el teatro ya podría ser un buen ejemplo de “Déja Vu”.

El teatro siemre es un “Déja Vu”, porque siempre se vuelve a hacer la función al día siguiente. Además, coincides con las mismas personas en diferentes obras, y continuamente eso te está recordando cosas vividas.

¿Qué relación tienes con el tiempo?

El tiempo es un gran misterio y es de los temas que mas me apasionan. Y mas, a raíz de haber hecho esta obra. Como es que el tiempo puede pasar tan rápido en muchos momentos de la vida, que vuela… y en cambio, que lento que pasa cuando estás pasando un momento complicado. O cuando te vas haciendo mas grande, que va mucho mas de prisa, y dices: “Ya estoy aquí?” Es muy apasionante.

Repasando tu trayectoria, se ven nombres bastante recurrentes: los directores Sergio Belbel, Xicu Maso…

Como los ciclos de la vida de los que hablábamos. Soy muy camaleónica. En mi caso, hay una falta de encasillamiento y siempre me estoy renovando. Pero hay una cierta gente con la que siempre nos vamos reencontrando, porque artísticamente nos complementamos. Con el mismo Carles Martínez, que además somos pareja, hace muchos años que tenemos inquietudes muy fuertes y que somos “alma maters” de muchas cosas que se han hecho. .Nosotros decidimos muchas veces qué queríamos hacer, como y con quien, y eso es bastante inusual. Estoy muy contenta de haber hecho mi trayectoria artística así, porque he pasado muchos mas limites de lo que me hubiera podido imaginar. Y ahora no tengo recuerdo de haber estado en ningún proyecto que no haya valido la pena.

Podrías destacar un papel hecho hasta ahora del que te sientas especialmente orgullosa?

El papel de Victoria de Orsini me ha interesado mucho. Puede ser que no sea la mejor obra del mundo, pero tenía alguna cosa que me hacia salir por la puerta trasera con un orgullo especial. Cada noche, tenía una especie de duelo cara a cara con la platea, explicando los motivos por lo que lanzaba una bomba, y ponía al espectador en una situación muy incómoda, de mirarse a sí mismo. Se producía una cosa que no me había pasado nunca con tanta intensidad. Algunas personas que casi me giraban la cara, que no podían separar a la actriz del personaje. Otros, tenían lagrimones, o me daban las gracias por haberlos hecho pensar. Y estábamos hablando de colocar bombas! Más directo que eso, no hay nada. Fue fascinante.

¿Y algún personaje pendiente?

No he hecho televisión de manera continuada. Me gustaría tener una experiencia de un personaje continuado, hacerlo crecer, y ver qué pasa. Porque la televisión es un medio que no conozco tanto. Y más cine.

De acuerdo. Entonces no crees que haya que poner Netflix en pausa e ir mas al teatro?

De hecho, encuentro que es un milagro enorme tener un teatro como este que esté casi lleno, cada día, siendo tan fácil y barato quedarse en casa con Netflix o con cualquiera de estas plataformas. Me hace sentir una cierta esperanza. Yo porque no tengo tendencia a hablar después con el público –son unos anónimos que se van a cada y yo otra anónima que voy a la mía- pero a veces, que les agrada tanto de esto. Seguro que hay una magia especial.

Y más en general, en qué estado ves a la profesión?

Hay muy poca gente que pueda vivir de su trabajo realmente. Hay que luchar siempre por mejores condiciones, las más dignas posibles. Esta es una profesión que si no te apasiona y no tienes una entrega absoluta, talento y disciplina, no lo aguantas, es insostenible. Vuelves a casa después de una función, y pareciera como si te hubieran arrancado un pedazo de alma, y te hubiesen chupado hasta la medula. Por tanto, hay que luchar para que el teatro tenga el gran lugar que se merece, y para que no muera nunca.

También has sido formadora de actores. ¿Qué les dicen a las nuevas generaciones?

Me hacen sufrir. Hay tanta proliferación de escuelas, de falsas promesa hacia esta gente nueva que está comenzando… Esta profesión tiene una esencia que es la de hacer hervir la olla poco a poco, y para el ritmo de hoy en día, eso no se permite. La profesión necesita concentración, decisión, mirar la luna y no solo la punta del dedo que señala. Me hace sufrir la sobre-estimulación de cosas, y lo veo en la incapacidad de muchos alumnos de encontrar la concentración en un ejercicio de tres minutos. Después, eso sí, me vienen a ver al teatro y me lo agradecen mucho, y eso me hace mucha ilusión.

Vivimos tiempos complejos en el país. ¿Política y cultura son dos ramas del mismo árbol?

Siempre he sido una persona que ha diferenciado bastante la política del arte. Es más, pienso que el voto es una cosa absolutamente íntima y privada, también porque la política es muy extraña y compleja y tiene cosas que a veces se me escapan. Lo que sí es verdad, es que todos los eventos que están ocurriendo, te arrastran a tener reflexiones más amplias, y yo hice, por ejemplo, de María Estuardo, que habla de presos, y me preguntaban si habíamos cambiado los guiones porque estábamos diciendo las mismas palabras que se sentían en las calles. En las últimas obras, me vi absolutamente implicada en una creación artística donde realidad y ficción estaban pasando en el mismo momento. Ahora, que vivimos en tiempos de mucha agitación, el arte sirve todavía mucho más, de espejo.

¿Qué te gusta más? ¿Hacer reír, hacer llorar, o hacer llorar de risa?

Me gusta descolocar al público. Llevarlos del hilo y tirar del hilo. Hacerlos reír, y de repente, pam! Eso, me encanta. Jugar a lo imprevisible. La vida ya es así de imprevisible.

Y más allá del teatro, que más te gusta hacer?

Anna Lizaran me dijo un día que es bueno distraerse. Se repente, esta señora para mi va a ser como una estrella que va a aparecer en mi vida y después se va a ir. Distraerse no es sinónimo de no hacer nada, pero si de parar, contemplar y volverte a llenar. Me gusta mucho contemplar, y también me gusta tener amistades con personas que no tengan la misma profesión que yo, porque me abre mucho los puntos de vista. Yo vengo de madre científica, y últimamente, por ejemplo, me interesan mucho las personas y los temas científicos, porque me hacen ir mucho más allá.

Dejando lo que “ya has vivido” y mirando hacia el futuro, en qué mundo querría vivir la Míriam Alamany?

Me gustaría ver como recuperamos algunos valores propios del ser humano, que se esparzan como semillas, como por ejemplo la solidaridad o la empatía. Saber ponernos en la piel de diferentes realidades y preservar este mundo que tenemos, que parece que va hacia lugares imposibles para el ser humano. Este regalo de la vida es muy poderoso, y nos lo estamos cargando. Tenemos que recuperar cosas sencillas, pequeñas, intimas y vivirlas con intensidad.